Hubo quien supo resumir el arte del toreo en tres movimientos: parar, templar y mandar (¿qué tal está usted?, bien ¿y usted?, vaya usted con Dios...); hubo quien jamás lo supo definir, como el mismo Curro Romero; hubo quien toreó parado, quien toreó bailando, quien gustara más o gustara menos... Muchas definiciones para muchas interpretaciones, pero, al final, el que torea, torea, y no tiene que andar definiendo nada.
Últimamente, el madrileño José Tomás ha interpretado una novedosa manera de "torear". No vamos a discutir aquí la hondura de su natural o de la congelante quietud de sus estatuarios -que es lo que le hizo grande y se limitó a hacer hasta el año 2002 de manera grandiosa-, sino lo que le ha hecho verdaderamente famoso y popular: su espíritu temerario, sus ganas de salir a morir y ser revolcado una y mil veces por el toro mientras el miedo recorre los tendidos.
Ser un temerario, maestro, no es ser valiente, porque demuestra no tener una mínima noción del peligro. Chocarse con el toro y dejarse coger de manera constante durante veinte minutos, dos veces cada tarde, maestro, no es torear, porque, como dice el Cossío, "de la suerte de engañar a la res nace el arte de la tauromaquia". Vamos, que el truco está, precisamente, en que no te pille, no en que te pille.José Tomás, ante todo, es un torero moderno: se ha creado un personaje místico, misterioso y metafísico, que dejó sin matar a un toro en Madrid, se atrevió a no brindarle un toro al Rey, se retiró espiritualmente para cinco años sin dar explicaciones cuando estaba en la cumbre del escalafón y volvió un buen septiembre sin volver a darlas.
No deja que se televisen sus corridas por estrictos principios morales, es amigo de gente "guapa" pero "progre", intelectuales de ceja circunfleja que se dedican a alimentar su imagen de mesías del toreo moderno. En los telediarios, por supuesto, sólo oímos hablar de él cuando lo hace bien, o cuando lo borda, como lo hizo en Las Ventas, aunque se inflara después el premio popular. Se rumorea en selectos círculos que no pide menos de 200.000 euros por plaza y día. Aparte de todo esto, lee mucho, escribe mucho y pasa casi todo el tiempo reflexionando, buscando la comunión perfecta entre la forma y la idea (sic).Como si fuera un infiltrado del poderoso marketing en el tradicional mundo taurino, arrastra también una legión de "grupis" que le siguen allí donde va, sacando pañuelos desde el primer revolcón y pagando cientos de euros por verlo lleno de sangre, oro y arena. Copa las portadas de los periódicos, es el ídolo nacional, pero casi nadie le ha visto torear... tan sólo sus "hooligans" (de más que dudable criterio taurino) tienen la oportunidad de verlo y juzgar, a su manera, su manera de actuar. Pero ellos, al parecer, sólo quieren oler y ver sangre, la sangre del mito.
De ahí que lo llame moderno, porque José Tomás ha sabido hacer de sí mismo un SuperStar de los toros, un grandísimo torero que sería aún más grande si siguiera siendo grande gracias a su buen torear y no a sus campañas de imagen y a su continuo deseo de morir en la plaza como su admirado Manolete; porque cuatro orejas en Madrid siempre son cuatro orejas, pero pasan a ser dos, o una sola, si quien te las da es una banda de ultras-sur fanáticos y, digámoslo claro y alto, poco entendida de toros en su inmensa mayoría.
Cuánto mejor, maestro, si no te vendieras tanto y volvieras a torear como antes de ser una estrella...
6 comentarios:
Estreno mi faceta polemista en este ameno foro con el siguiente comentario:
Dado mi muy reciente aterrizaje al mundo de la tauromaquia y la muy larga cola que a mi entender trae consigo el tema, voy a argumentar en defensa del torero de marras no con floreados razonamientos taurinos si no con un floreado y espero que no demasiado aburrido extracto de cultura tradicional japonesa.
Hay cierta metáfora, para nada aceptable desde una perspectiva racionalista occidental (creo que los toros tampoco casan muy bien con el racionalismo occidental-perdón por el paréntesis), que los samuráis del Japón feudal seguían casi como un axioma existencial: la flor del cerezo(http://mensurabilis.blogspot.com/2007/08/sakura-la-flor-del-cerezo.html)
El mayor honor al que podían aspirar tan temibles poetas era morir en el fragor de la lucha en el apogeo de su esplendor guerrero siguiendo el ejemplo de la flor del cerezo.
No se porque, pero siempre me han llamado la atención los gestos de total y vacía indiferencia ante la muerte. Creo que, desde mi personal forma de entender las cosas, esa indiferencia es en si misma una victoria sobre la propia muerte.
Dudo que José Tomás sepa mucho de cerezos en flor o del Japón feudal, pero me parece que, su actitud ante el toro, tan decadentemente bella, esta llena de vacía indiferencia ante la muerte.
Un saludo.
Más o menos coincido contigo, Tricesimus. Es cierto que hoy en día José Tomas se ha convertido en el torero mediático con una campaña de marketing bestial alrededor suyo. Siempre es noticia, o bien por cortar 4 orejas (no sólo los ultra-sur otorgan las orejas, pues la segunda la decide el presidente de la plaza) o porque un toro se lo ha llevado por delante.
Para mí tiene mérito cuando arriesga y mantiene la templanza ante las envestidas del morlaco, pero también desapruebo esa fogosidad e imprudencia que le llevan a renunciar salidas a hombros por la puerta grande por desapacibles visitas a la enfermería. Aun así le he visto torear en Burgos y es un maestro del toreo. Sus pases y muletazos poco tienen que ver con los de la mayoría y eso unido a lo que se aproxima al toro y todo el carácter místico que rodea su figura ayudan a conformar el mito del toreo moderno.
Y ya te aviso, si muere en el ruedo el mito será mayor y nadie dudará en generaciones venideras de que José Tomás era el más grande. Si no piensa en aquellos famosos que murieron cuando se encontraban en la cima y ya verás cómo a todos les rodea un aura de grandeza y misiticismo (Ayrton Senna, Kurt Cobain, Nino Bravo, Fernando Martín... y así muchos más)
un saludo
Eres un romántico, joseantoniogutiérrez, y de ahí que te guste tanto José Tomás...
Sin embargo, yo creo que existe una diferencia clave: Los samuráis acabaron viviendo como una secta que, aunque muy aferrada a su bushido, no tenía más emoción en la vida que morir. Muy bonito y heroico, pero es que no tenían otro oficio.
JTo es torero y, como tal, tiene que torear, no dejarse revolcar por el toro.
Lo que me da rabia es que es un grandísimo torero que ha decidido irse por otro camino, el del espéctaculo y los mitos clásicos... y a ver si nos va a salir como la ministra 2.0...
Discreparé de Ramón como antiguamente...
Ramón, lo del último párrafo está claro, el que más se fija en ello es José Tomás, y sabe que si muriera ahora, si hubiera muerto esta semana pasaría a ser el torero más grande del siglo XX, del XXI y de lo venidero.
Yo tb he visto torear a JTomás y en verdad es muy bueno con la muleta al natural, quizá el mejor, pero modosito con la espada y no demasiado limpio con el capote (con honrosas excepciones, vive Dios).
Para mí, lo único que tiene de extraterrestre, desde luego, es que no tiene ningún miedo del toro. Personalemnte, no encuentro que, toreando esté a años luz de otras figuras como El Juli o Morante (la torería)...
Y las orejas... bueno, si 25.000 personas se tiran dos horas pidiendo orejas para José Tomás hasta en los quites es normal que se la acabe dando la presidencia, más siendo la de Las Ventas, parroquianos de JTomas por antonomasia.
Un saludo
El problema, bajo mi inexperto punto de vista, es dejarnos guiar y dirigir por los juicios que vemos, leemos y oímos en los medios. José Tomás te puede gustar o dejar de gustar, le puedes considerar un maestro revolucionario del toreo o un temerario sin principios vitales ni profesionales. Incluso puedes verle como un místico en busca de la verdad o un buen torero encumbrado por los estrategas del márketing.
Pero nuestro juicio no puede estar sometido a lo que nos vendan en dos minutos y tres párrafos tal televisión, tal radio, tal diario (en papel o internet) o tal blog.
El juicio personal sobre la figura y cualidades de José Tomás --igual que con cualquier otra persona-- hay que entresacarlo por criterio propio, aislándose de las opiniones más o menos interesadas de quienes lo juzgan y lo quieren mal/bien-vender.
Nunca he visto torear en directo a José Tomás. Solo he observado las colas que nos ofrecen las televisiones y los cortes colgados en internet. Y cuando lo hago, apago el sonido, y presto atención a la imagen. A mí lo que me llega es la voluntad de un tío que, ante todo, quiere premiar al público que paga su entrada: si el toro es bueno, ahí están sus naturales, sus estatutarios y sus muñecas de Hamelin; si el morlaco es malo, él pone su arrojo, se acerca para enganchar al toro y explotar los pocos resquicios de bravura que muestra el animal. Pero que nadie salga del coso con la sensación de estafa.
Y ahí, en esa última situación, cuando es el torero el que pone la bravura y el plomo, las cornadas no solo son estadísticamente más probables, sino un daño colateral con el que el torero está dispuesto a jugar para que el toreo de mansurrones sea tauromaquia y no un desfile de capotes, estocadas y cuernos tan desaborío e inocente que daría igual verlo en la Maestranza que en la Joy-Slava o el Teatro Real. Porque para eso ya está la calle llena de cornúpetas, navajilleros y galanes de capa ancha.
Creo que José Tomás solo busca el premio, para él y para quien baja al ruedo a verlo. ¿o es Miguel Ángel Perera un nuevo y moderno temerario del toreo solo porque ayer le cornearan dos veces en su reto en solitario contra seis morlacos en las ventas?
Para mí, uno y otro, velan por la verdad de la tauromaquia. Pero es mi opinión personal.
Estreno mi faceta polemista en este ameno foro con el siguiente comentario:
Dado mi muy reciente aterrizaje al mundo de la tauromaquia y la muy larga cola que a mi entender trae consigo el tema, voy a argumentar en defensa del torero de marras no con floreados razonamientos taurinos si no con un floreado y espero que no demasiado aburrido extracto de cultura tradicional japonesa.
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