Ya tenemos presidente, ahora sólo queda ponerse manos a la obra. Él mismo, Mr. Obama, no tiene nada fácil cumplir un quintal de promesas electorales que hablan, entre otras cosas, de cambiar el mundo para bien. Ciertamente, de cumplir sólo con este punto, se podría obviarar tranquilamente el resto, que no pasaría nada. Sin embargo y de momento, todos contentos. Él era el favorito de casi todos.
En La Habana, por ejempo, aún no se ha pronunciado nadie. Ni el dictador, ni su hermano ni sus otros acólitos setentones han hecho hasta el día de hoy un secncillo comunicado con una felicitación, un lamento o un "válgame Dios", pues nunca se había visto en semejante tesitura.
A lo largo de la campaña, Raúl Castro ha ido aireando a los cuatro vientos su preferencia por Obama, un tipo dialogante, soñador y carismático que podría romper con la dureza pétrea de la imagen de EEUU. Sólo podría ser él, el candidato mulato, quien pudiera fortalecer los fatigados lazos entre Cuba y Norteamérica. Sólo él podría ganar y, de hecho, sólo él ha ganado.
Ni por asomo creo que Barack Obama vaya a cambiar el mundo, (ilusiona, sí, pero siempre será el presidente de los americanos ante todo; recuerdo que también a algunos les ilusionaba ZP por lo que prometía). No cambiará el mundo, decíamos, pero sí tengo un puntito de confianza en que sea capaz de dejar a la sangrienta dictadura cubana con el culo al aire sin tirar una sola bomba. Nunca dispusieron de tanto a su favor ni de tan poco en su contra. Nunca lo tuvieron tan fácil.
A lo largo de la campaña, Raúl Castro ha ido aireando a los cuatro vientos su preferencia por Obama, un tipo dialogante, soñador y carismático que podría romper con la dureza pétrea de la imagen de EEUU. Sólo podría ser él, el candidato mulato, quien pudiera fortalecer los fatigados lazos entre Cuba y Norteamérica. Sólo él podría ganar y, de hecho, sólo él ha ganado.
No obstante, nadie ha salido a felicitar al nuevo inquilino de la Casa Blanca.
Quizá, por ejemplo, nadie esté tan alegre en La Habana por la elección de un hombre dispuesto a dialogar y a dejar en ridículo a una dictadura aferrada al poder desde hace cincuenta años y que no ha sabido más que imponer, robar y atemorizar a los cubanos en su longeva existencia.
Quizá la imagen de la Revolución Cubana no sea capaz de dar de sí y, una vez que deje de ser justificable el miedo al Imperio Enemigo del Norte, se queden definitivamente sin argumentos para continuar con la farsa. Desde luego, el miedo es la herramienta perfecta para contener a las masas, y admito que ha habido muchos presidentes de los EEUU que podrían haber dado miedo a algunos. Pero después de veneder la imagen de Obama como el candidato bueno y abierto a las razas y a los pueblos, sería muy contraproducente convertirlo de repente en el Señor del Mal. Más o menos, sería como intentar asustar a un niño dicéndole que viene Caperucita Roja después de haber vencido al Lobo Feroz.Ni por asomo creo que Barack Obama vaya a cambiar el mundo, (ilusiona, sí, pero siempre será el presidente de los americanos ante todo; recuerdo que también a algunos les ilusionaba ZP por lo que prometía). No cambiará el mundo, decíamos, pero sí tengo un puntito de confianza en que sea capaz de dejar a la sangrienta dictadura cubana con el culo al aire sin tirar una sola bomba. Nunca dispusieron de tanto a su favor ni de tan poco en su contra. Nunca lo tuvieron tan fácil.