Sufro el inmenso infortunio de vivir junto a un estadio. En mi caso, se trata del mismísimo Vicente Calderón, quien impide, dia tras día, aunque no haya partido, unas fabulosas vistas desde el parque de San Isidro. Ergo, con no subir más al parque, no tengo por qué sufrirlo...
Sin embargo, cada dos domingos, mi barrio, que ni siquiera es el barrio donde se encuentra el estadio, sino que está al sur del río Manzanares, sufre un repentino estado policial y de excepción que se alarga durante toda la tarde-noche en que tiene lugar el partido. Cada resquicio de acera libre se encuentra ocupado por incómodos coches que no han encontrado un sitio mejor, que no han tenido la delicadeza de venir en metro a un lugar céntrico de Madrid un domingo por la tarde o, sencillamente, les importa un carajo que los habitantes de mi barrio tengamos que aguantar el cisco que montan cada quince días.

Los servicios públicos quedan inutilizados durante las cuatro o cinco horas que dura cada tinglado (sí, el partido tiene un inmenso antes, un intenso durante y un infinito después): el carril bus queda inexistente gracias a la permisividad policial para que el parroquiano aparque "donde no estorbe", provocando retrasos de más de cuarenta minutos en las líneas de autobús de Carabanchel, un barrio de doscientos mil habitantes, muchos de los cuales no están ni mínimamante interesados por el Atlético de Madrid o tan siquiera por el fútbol pero que pagan sus impuestos para tener servicios.
El metro, decíamos, se llena de fanáticos borrachos (muchísimos otros son espectadores normales, urge contarlo) que no paran de berrear canciones estúpidas inundando el vagón con su etílico aliento.
Para una familia que, por ejemplo, vuelva a casa tras el fin de semana en su pueblo y venga de tragarse dos horas de atasco en la entrada a la ciudad, no es el mejor premio, al llegar, que dos salidas de la M30 cortadas les impida llegar a su casa. Como justificación, el Ayuntamiento ha ideado una señal luminosa llamada "evento deportivo" bajo un reluciente balón de fútbol en la oscuridad de los túneles...

Que se eviten los problemas -que los hay-, vale; que se intente mantener a raya a las decenas de indeseables que rompen coches y se enfrentan a los antidisturbios, vale; que existan partidos en los que ejércitos de maleantes necesiten un estado de excepción y toda la aplicación de la policía, vale. Pero no nos engañen, que eso no ocurre cada dos semanas, y que hay muchísimas más personas interesadas en viajar tranquilamente en autobús que en el fútbol y en los eventos de una determinada Sociedad Anónima, por mucha Liga de Campeones que se esté jugando.
1 comentario:
Dentro de no mucho dejarás de soportarlo, cuando les lleven a la Peineta. Yo nunca he pasado por el Calderón cuando hay partido, pero sí he ido al Bernabéu y es monumental la que se prepara, reduciéndose la castellana un par de carriles y abarrotándose el metro (antes y después). Yo en Burgos vivo precisamente junto al campo de fútbol y ya estamos acostumbrados a ver coches encima de las aceras cuando hay partido. Y tampoco es raro asomarse a la ventana a contemplar los disturbios, que alguna vez han sido de lo más interesantes (para los espectadores que miramos calentitos desde nuestras casas)
saludos
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