Aunque, desde luego, no me revista del "progresista" velo antisemita tan de moda por ahora, con el kufiya, la banderita, el puño en alto y algunas teorías absurdas sobre la posible legitimidad del Estado Palestino, no me quedo en menos de criticar abiertamente la actitud de Israel en estos días de familia y excesos.
Por esto, y aunque le quede aún muchísimo crédito por ser el único país de la zona que permite elegir a sus gobernantes de manera limpia y clara, por haber aprovechado las "ventajas" del desierto para hacer de su país una potencia mundial y por ser un ejemplo en la igualdad de oportunidades entre el hombre y la mujer, considero que el Nuevo Estado Judío debería dar marcha atrás en esta última empresa, porque esa respuesta está completamente desmedida desde el primer día, porque tiene capacidad para acabar de manera racional con Hamas y porque el mundo libre y sin complejos quiere que acabe con ellos sin cintemplaciones, pero sin carnicerías.
El mundo no quiere ver cómo extermina a un pueblo entero -que no nación o estado- matando moscas a cañonazos, valga la expresión. Porque parece que hasta su gran aliado, los EEUU, está mirando hacia otro lado con tal de no dar un apoyo moral contundente a estos ataques desmedidos, porque el poder no consiste en abusar del débil, sino en intentar establecer el orden y la añorada Pax Romana, y el Estado israelí sabe y reconoce muy bien quién debe llevar la voz cantante en esa parte de la Tierra, aunque no conozca ni los medios ni las consecuencias de no conocerlos.