martes, 1 de abril de 2008

PEGATINAS DE PROGRESISTA

Parece que se terminó con el aquel tópico del revolucionario de cafetería, que era quien se dedicaba, en sus ociosas tardes libres, a solucionar el mundo. Se caracterizaba por exaltar sus ideales y promesas ante su tranquilo y humeante "cortado con dos de azúcar". Aunque aún sigan quedando -y muchos- de aquellos peligrosos especímenes que lo mismo servían para iluminar una cena que para reventarla, la evolución de tendencias ha marcado la línea por otros derroteros.

Hoy hay un sujeto, aunque igual de progre, mucho más agresivo -y no negaré que el panorama es otro bien distinto- que se hace distinguir por una pegatina relativa a algún conflicto internacional más o menos preocupante y/o popular, cuyo uso dura de dos a tres meses. Después se despega y asunto olvidado. Sus humanos ideales van y vienen, toman valor y lo pierden, y dejan de ser tan humanos.




Esta primavera parece que el tema es el Tíbet. Por fin unos cuantos periódicos se han decidido a denunciar la vergonzosa situación que se vive en ese país desde hace más de sesenta años. China, es cierto, ha despertado con más fuerza que nunca, y la oportunidad del boicot a los JJOO de Pekín
es una ocasión única. Pero, como siempre, en agosto, al acabar el evento, nadie volverá a hablar nunca del Tíbet.

Hemos pasado en los últimos años por los NUNCA MAIS, los NO A LA GUERRA, los NUCLEARES NO, GRACIAS... y aquí, tan anchos, como si ya no hubiera guerra, como si ya no se hundieran petroleros o como si no quedaran nucleares, como si se hubiera solucionado el problema y tuviéramos que ir a buscar otro.


Estoy totalmente de acuerdo con todas estas iniciativas, rebosantes de altruismo, que siempre son acicate de la conciencia de todos. Lo que lamento es que hoy los ideales sean tan pasajeros y dependan, como si de un MP3 se tratara, de si sale o no en las revistas, y de si está o no de moda; que tengan el mismo valor y uso que una mierda de pegatina.
Por lo menos, el revolucionario de cafetería siempre estaba preocupado por lo mismo, que era todo.




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